Por Zara Truman

Fragancia - una celebración de la Experiencia Humana

Fragancia - una celebración de la Experiencia Humana

 Mi joven mente me divierte con lo que elige retener. Puedo recordar con facilidad el olor de mi madre y transportarme a un recuerdo de cuando me despedía de ella cada mañana al irme al colegio. Todavía puedo oler el perfume de una de mis mejores amigas, y ahí estoy: sentada a su lado en la clase de matemáticas. El olor de mi hermano humeando y llenando el cuarto de baño que una vez compartimos, ahora vacío, mientras nuestros miembros juveniles se separan por la distancia que a la vida moderna le gusta llamar "edad adulta": echo de menos a mi hermano, Dan. Es con cariño que mi mente rememora estos recuerdos cuando mis sentidos tropiezan con estos aromas en los abrigos de los rostros borrosos que pasan por delante. La universalidad de la fragancia; una esencia de amor y cuidado, encerrada en un líquido que nos gusta embotellar y vender.

 Para mí, la fragancia es un álbum sensorial de recuerdos, un salvavidas de amores perdidos y encontrados. Emociones que han marcado e influido profundamente en la mujer que hoy está aquí. Me asombran las capacidades primigenias de los aromas, ya que el olor de las flores me transporta a los brazos de mi madre. Me transporta a los días en que me sentía abrumadoramente vulnerable y con la barbilla alta, mientras empapaba mi cansado jersey del colegio con un aroma que me susurraba en los días inseguros "estás a salvo". Para mí, esta es la definición de fragancia: una experiencia emocional unificadora que acuna recuerdos, alimenta la conexión y recuerda que tú también estás bien, que tú también estás a salvo.

 

Tal vez sea eso. Somos seres creados para amar, perder y crear. Nuestra experiencia se enriquece con los aromas que nos arraigan. Me gusta pensar que los aromas juegan con la idea de presencia. Para mí, entrar en mi yo más arraigado es cubrirme sin pudor de lavanda esto y lo otro. Mis amigos se ríen y ponen los ojos en blanco, pero no me burlo del poder de un roll-on perfumado. Me hace creer en una especie de divinidad moderna. Nuestra propia naturaleza nos empuja a perseguir la seducción, la estimulación y la nutrición de nuestros sentidos. El olor está en el centro de los recuerdos, los momentos y las experiencias. Amar a alguien es conocer su aroma, oler su amabilidad y su tacto en la piel durante días. Viajar a un nuevo destino es impregnarse de los aromas inexplorados de una nueva cultura. De este modo, la fragancia se encuentra en el corazón de nuestros mayores esfuerzos emocionales; un medio a través del cual aprovechamos y celebramos los altibajos de la experiencia humana. Qué hermoso es reconocer que nuestras historias salvajemente individuales están salpicadas por la nostálgica narrativa común del aroma.

 

La fragancia es un recordatorio de nuestro valor cuando nos presentamos a nuestro día a día (en cualquiera de sus formas). Puede que sea en las horas juveniles de la mañana cuando una sutil dulzura se aferra, o el aroma familiar de un amor recién encontrado enredado y confuso en los rizos de tu pelo. O, ¿es en los días en que tu corazón zumba en busca de un hogar, cuando el aroma de un amor perdido se siente extraño en la piel de un extraño - el Tubo ahora huele a desamor - una emoción no deseada en tu viaje matutino. ¿Por qué es en estos días cuando tu corazón te llama para que lo devuelvas a la esperanzadora e ingenua primera cita?

 De este modo, la fragancia narra nuestro paisaje emocional, recordándonos la adrenalina de la vida. Con las fragancias somos capaces de capturar en una cápsula del tiempo nuestra vida juvenil, leal y desconocida. La naturaleza agridulce de los aromas nos permite recuperar un mosaico de todas las personas que hemos conocido, amado o deseado. La fragancia alimenta el olvidado espacio lúdico, inocente y sensual que se encuentra entre dos extraños, amigos y amores. Un espacio que parece que ni la más oscura de las noches de invierno ni escuchar a Adele pueden ocultar. Créame, lo he intentado. La nostalgia llega como la marea y siempre le doy la bienvenida. Un recuerdo de conversaciones compartidas, noches en vela, novelas susurradas cuando la carrera de la vida no parece más que una persecución cíclica e inalcanzable. Aquí, la fragancia nos lleva a casa. A casa, a la comodidad de la familiaridad, la comunidad, la pasión y el amor. Es una fuerza que te inunda de curiosidad: "¿qué te impulsa?", "¿qué te mueve?", "¿qué te conmueve?". El olor: un recordatorio profundamente humilde de que es nuestra naturaleza primaria de juego, lujuria y amor la que forja nuestros encuentros más preciados. Con el paso de los años, nuestra relación con los olores madura y serpentea entre el consuelo, el desamor y el hogar.

Por Sarah Dooley